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miércoles, 20 de marzo de 2013

Capitulo 5


Capitulo 5

Estaba sentado en la parada, con la cara de pendejo que me caracteriza.
De repente se me acerca, estaba empapada, mojada como si se hubiera metido a nadar en la fuente del parque. Claro que había llovido en putas esa noche.
Tenía botas de hule y un vestido azul con puntos blancos. Mojados.
Pelo enmarañado y labios rojos como la señal del alto. Mojados.
Tiene ojos de fiera, de gato callejero. Mojados también, pero porque también tenia el océano en su mirada.

-Que bien olés.. ¿Qué loción usás?. –Me dijo, con su voz deliciosamente húmeda. Como si me conociera de toda la vida.
-…Marlboro rojo. –Era increíble que me estuviera hablando semejante espejismo.
-¿Me das uno? Los mios se mojaron..

No tengo idea donde llevaba sus cigarrillos, porque solo llevaba un cuadro, envuelto completamente en plástico y sellado con tape.
No importaba le regale mi ultimo cigarro y se lo encendí.

-¿Como te llamás? –Me dijo.
-Nico… ¿y vos?
-Alicia, mucho gusto. (Esa fue la primera vez que te vi sonreír.)
-¿No tenés frio? Estas muy mojada.
-Claro que tengo frio…  ¿Vos crees en la combustión espontanea? –Me preguntó tiritando.
-¿Eso de cuando la gente se incendia de la nada? No lo creo..
-Mmm yo tampoco, pero si fuera real no me caería mal una de esas.
-Ja ja. Toma mi suéter.. no creo que te incendies ahorita mismo (Esa fue la primera vez que me viste sonreír)

Llego el bus y no había nadie mas en la parada que Alicia y yo. Y yo todavía dudaba que fueras una alucinación.
Nos sentamos juntos en el bus vacío, en la fila de hasta atrás porque me contaste que te recordaba a la escuela, sentarte hasta atrás y hacerle caras a los carros por la ventana. Platicábamos y reíamos, y vos me hacías bromas de mal gusto (para muchos) pero yo las encuentro fascinantes. Con esa palabra te describo.

-¿Que hay es eso envuelto en plástico? –Te pregunté.
-¿Esta cosa? No es nada, es solo un fantasma…
-¿Cómo podés llevar ahí un fantasma? Quiero verlo.
-No te lo voy a enseñar porque no lo entenderías.
-¿Como sabés que no lo entendería?
-Solo lo sé… mas tarde te lo enseñaré.
-Ja ja.. ¿Mas tarde?
-Si… cuando lleguemos a tu casa.

Yo me quede callado, te acababa de conocer. Supuse que solo te querías secar e irte. No importa, tengo que llevarte a casa para comprobar que seas real.

-Esta bien.
Llegamos a la parada y caminamos a la casa. Compre más cigarros y seguimos hablando.
Al llegar al edificio me dijiste:

-¿Aquí vivís? Yo pensé que nadie vivía aquí…
-Si, esta es mi casa, la comparto con el vago, el dueño y unas cuantas cucarachas.
-Genial –Dijiste.

Desde que subimos las gradas hasta que cruzamos el umbral de la puerta no podía dejar de verte, ni de escuchar tus botas sonando de llenas de agua.
Entraste a la casa y te sentaste a ver mis CDs mientras yo te traía mi toalla. Y te veía sacar unos cuantos y ponerlos en el estero de marca china que tenía en la sala.

-Me gusta tu apartamento… ¿Hace cuanto vivís aquí?
-Hace unos 2 meses... es mi palacio. –Te dije y te entregue la toalla.
-Me gusta, tiene ese aire a abandono y a bohemio, como que alguna estrella de rock se voló los sesos en el sofá. –Me decías y reías y te secabas el cabello.
-Sería genial vivir con el fantasma de un rockstar, creo que aquí cerca asesinaron a un diputado a sangre fría. Pero nada más… Hablando de eso ¿Me vas a enseñar el fantasma?
-¿Nunca has visto uno?
-No.. ¿y vos?
-Tampoco, pero me los imagino… Puede que un dia veas uno.

Sin darme cuenta Alicia tomo mi mano y la puso en su mejilla, y me beso la palma.
Entonces te bese, no se porque pero te bese. Con todo el frio, la frustración, la alegría contenida y la rabia. Te bese con un coctel de emociones y vos lo bebías.
Nos quitamos la ropa y nos hicimos uno con el sofá y el CD de Pink Floyd, con tu ropa empapada y el apartamento que crujía por las paredes y el suelo.
No tengo palabras para lo que hicimos. Sin duda fue lo mejor que me había sucedido en muchísimo tiempo, has sido lo más sorprendente desde que vi por primera vez Apocalipse Now!.

Desperté en la madrugada, y no estaba Alicia.
No estabas vos, ni tu ropa mojada ni tus botas. Y yo pensé que habías sido solo un sueño húmedo. Empapado.
Me levanté del sillón y vi tu cuadro en la mesa.
Ciertamente era un fantasma, era un cuadro gris con dos puntos blancos difuminados, de no haberte conocido antes no lo hubiera entendido, pero conocí un fantasma esa noche y tenía tu nombre. Había un Post-It en la esquina del cuadro y decía:

“Así son los fantasmas Nico. ¿Qué tal hoy a la misma hora en el mismo lugar?.”

Sabías que no diría que no, y yo no se nada de vos, solo se tu nombre.
Pero no importa Alicia, ahí estaré.
Y si me volvieras a preguntar si creo en la combustión espontanea, te diría que sí.
Porque desde esa noche lluviosa hasta este mismo estúpido momento, me incendio sin razón cada vez que me tomás de la mano.

jueves, 14 de marzo de 2013

Capitulo 4


Capitulo 4

Alicia estaba en la cama, para mi sorpresa había cumplido su promesa y se había quedado.
Yo la veía desde el sofá, fumándome un cigarro; el ultimo de la cajetilla.
Me había pasado la noche murmurándole al oído mis sueños más extraños. Como aquel del conejo color gris concreto que me perseguía corriendo por la playa. También le conté de mi vida, de mi hermano que es doctor en algún importante hospital en la parte alta de la ciudad, de mi papá que era un cascarrabias y apenas hablaba, si lo hacía era para decir algo de la dirección técnica de su equipo favorito de futbol (como odio el futbol).
Le contaba de que cuando era niño todavía tenía sueños que seguir y no conejos grises que me perseguían a mi, de niño quería ser astronauta, también quería ser bombero y luego quise ser Clint Eastwood.
Le conté a Alicia de aquel suceso que marcó mi vida. De cuando mi madre murió de una enfermedad neurológica muy extraña en el hospital de San Pedro, yo tenía 11 años y lloré como desconsolado, llore como nunca lo había hecho y nunca lo volvería a hacer en mi vida. Con mi madre murieron parte de mis sueños, cuando tenia 11 le dije a mi mamá que quería ser Clint Eastwood y ella me decía “Hijo tu puedes ser más que Clint Eastwood.” Y yo no lo entendía, a el era tan increíble, era vaquero y detective, tenía una Magnum 45, era un tipo rudo y no se la pasaba todo el día mirando el maldito futbol. Gracias a el me enamore del cine, y quería ser cineasta, quería ser el que dijera “¡Acción!” y mangoneara a todos para poner en film lo que se tenía en su cabeza. Cuando mamá murió yo me quede con todas las películas y las miraba una y otra vez, mi hermano se concentro en sus estudios y yo me quede con films de Hitchcock, Carleone, Kubrik y De Palma que mamá no me dejaba ver de pequeño.

Salí a comprar más cigarros y todavía estabas dormida Alicia. Yo solo podía imaginar que tipo de cosas soñás, porque tenías una sonrisa promiscua y tus ojos se movían rápido detrás de tus parpados. Cerré la puerta con cuidado para no interrumpir tu sueño que podía ser erótico conmigo y bajé las gradas.
En ese momento pensaba, porque había dejado mi sueño de ser director. Papá también sufrió cuando murió mi madre pero no decía nada, odiaba que viera películas todo el día. Lo odiaba porque mamá amaba las películas y odiaba que le doliera pensar en que mamá amaba las películas; amaba, tiempo pasado.
Y papá me decía. “¡Carajo Nicolás! Apaga ya esa mierda de televisión y hacé algo por tu vida.” Yo tenía 15 y si no veía films viejos veía porno, 15 años y ya me sentía todo un rebelde “ultraviolento” como Alex de La Naranja Mecánica. Y le decía a papá:
-Eso hago, estoy analizando esta película.
-¿Por qué no analizas tu tarea de matemáticas mejor? Porque te esta yendo del culo en la escuela.. ¡Hacé algo por tu vida, ya estas grande!
-No me importan las matemáticas viejo, yo voy a ser cineasta. ¿De que me van a servir?
-Te van a servir cuando seas contador como yo ¿Cineasta? No me hagás reír.. yo pensé que ya habías pasado esa etapa de spaggetti westerns.
-¿Algo productivo? ¿Como beber cerveza y ver el futbol decís? –Le dije mientras le quitaba el control y encendía el televisor. Y el me pegaba en la mejilla con toda la ira acumulada del trabajo, las cuentas y su equipo que había empatado ese mismo día.

Luego de escuchar eso tantas veces, de mi papa, del director, de mis abuelos y del orientador vocacional. Decidí dejar mi sueño de ser cineasta, no por sumiso, no. Lo dejé porque me había vuelto indiferente y aburrido, hice lo que papá quería, todo menos ver el maldito futbol. Ya solo soñaba mientras dormía y hacia mi deber de matemáticas y en ese tiempo también comenzaba a fumar.
Pero ahora ya nada me impedía volver a soñar. Llevaba años de no hablar con papá y el maestro y el orientador vocacional estaban o muertos o haciendo mierda los sueños de alguien mas. Ahora tenía un apartamento y todavía muchas películas viejas de las de mamá. Ahora tenía a Alicia que me decía: “Pobre Nico, te olvidaste de soñar en la época más bonita, yo a esa edad me escape de casa y trabajé de malabarista en un carnaval. Pero vos tenés algo que yo no tenía a esas edad, a vos ahora te sobran las ganas y te faltan los años, viejo.” y reía mientras me ponía la mano en su mejilla. Pero no se, yo soy solo un perito contador cinéfilo.

Llegue a la abarrotería de don Meme, me acerque al mostrador.
-Buenas…
-¿Que tal Nico? No me diga ¿Marlboro rojo?
-Usted me conoce don Meme, si… -Mientras se daba la vuelta para sacar mis cigarros del estante mas alto, aquel viejito medio ciego se me hizo a mi padre.
-¿Usted que quería ser de grande Meme? –Se acerco con la cajetilla en la mano.
-Pues, yo quería ser contador mijo.. pero en esos tiempos la carrera era muy cara y a mi me quedo la abarrotería de mi padre.
-Yo soy contador y créame, no es tan genial.
-Pues si, pero es triste no ser lo que uno quiso, pasan los años y la vida de uno se queda vacía con todos los estantes llenos. ¿Usted que quería ser?
-Yo quería ser Clint Eastwood, bueno, gracias Meme, cuídese… -Le pague y salí con escalofríos.

Pensaba en que no quería ser como don Meme, viejo, no solo por viejo sino también por su vida vacía y sus estantes llenos. El también heredo algo de su viejo, una abarrotería y yo una indiferencia total a cumplir mis metas. Meme y yo éramos el mismo, tal vez en un universo paralelo de esos que comparten el mismo espacio físico. Tal vez Alicia tiene razón y yo todavía estoy a tiempo.
Regrese al apartamento y ya no estabas, maldita. Alicia solo me ponés a reflexionar sobre mi mugrosa vida y cuando tengo una revelación nunca estas para contártela, me senté en el lado de la cama desordenado en que dormís todas las noches y vi en la cama una nota:


“No me puedo quedar a desayunar, te veo en la noche. Me gustás Nico. P.D ¿Querías ser director? Yo quise ser actriz una vez, escribíme una película. –A.”


Que fea tu manera de dejarme sentado en la cama con una cajetilla llena en la mano y la cabeza repleta de ideas. Pero que bonita tu manera de inspirarme a seguir mis sueños de la infancia.
Tomo mi cuaderno y empiezo a escribir. Hoy saldré a cazar conejos grises con mi Magnum 45.

martes, 12 de marzo de 2013

Capitulo 3


Capitulo 3

-¿En qué pensás?
-En nada..
-Vamos Nico, decíme en que pensás..
-Pienso que eres una mujer extraña
-¿Extraña? ¿Como así?
-Extraña, sabés, como que hay cosas importantes que no se de vos.
-¿Y que querés saber? ¿Qué te parece importante? –Dijo Alicia acostada el cama, todavía jadeaba por la cogida de viernes por la noche.

Así eran los viernes desde que la conocí en la parada del bus, caminábamos cuatro cuadras de la parada hacia el apartamento haciendo chistes de mal gusto, saltando en los charcos. Nunca caminábamos por la acera, en estas cuadras caminábamos a media calle porque no pasaba ni un carro. Caminábamos a media calle tentando a la muerte perezosa que se olvido de este barrio y Alicia decía que seria divertido que nos atropellara un carro porque sería lo mas histórico que pasaría por aquí “Aquí solo mueren viejos, yonkis y putas. ¿Cuándo han sido atropellados una pareja de amantes?” Ella lo sabia, porque en una de esas idas me contó que su abuela viva también en la calle 34 hace muchos años ya. En otoño caminábamos en la acera porque allí caían las hojas secas y Alicia amaba pisarlas “Amo ese sonido de las hojas crujiendo, no se porque, pero lo amo” decía. Tampoco pisaba las líneas de la acera, en alguna revista leí que eso reflejaba inseguridad, pero ni importa, se veía adorable dando pasos largos y brinquitos para evitarlas. Cuando me detenía a comprar cigarros en la abarrotería te veía desde adentro, tenias suerte para los animales callejeros; los gatos y perros flacos se le acercaban y les dabas las sobras de la comida del restaurante en que cenamos y ellos le movían la cola y nos seguían hasta la puerta. Siempre me había gustado eso de ella, en secreto creo que también amaba las causas perdidas, los animales callejeros, las flores de la basura, los vagos, recogía cosas de la calle y las convertía en aretes.
Salía y fumábamos las dos cuadras restantes camino al apartamento, seguidos de una jauría de perros o de gatos y me contaba que tuvo un perro llamado Rocky, era un labrador, y que lo habían atropellado a media calle porque dejo la puerta abierta al salir. Otra cosa que me gustaba de ella era lo despistada que era, olvidaba cerrar la puerta y los gatos se entraban a hacer un desmadre en la cocina otras veces dejaba la llave del gas abierta y encendía su cigarro en la cama, podíamos haber muerto en ese instante pero tenía suerte de gato.
Entonces llegábamos a la puerta y entrabamos, Alicia pasaba la mano por el papel tapiz de las gradas hasta llegar al sexto piso, nos quitábamos los zapatos, eso teníamos en común, ambos amábamos caminar descalzos. Cada vez que entrabamos Alicia regaba las plantas y me decía “¿Verdad que no las regaste? Si no fuera por mi estarían muertas ¿Qué harías vos sin mi Nico?”, buena pregunta, tal vez todavía tendría algo de cerveza en la refri, porque vos entrabas y te servías como si fuera tu casa. Y yo le veía regar las flores mientras ponía algo de tango, reggae, cumbia o ese CD de Putumayo que le gustaba tanto.
Me acercaba y te besaba el oído y te soplaba y te hacia cosquillas y vos, Alicia, me mojabas con la manguera y reías. Te tiraba al sofá y te quitaba la blusa y el pantalón (era mas fácil cuando venía en falda porque ese maldito botón nunca he podido desabrocharlo). Mientras, me levantabas la cara y me veías con tus ojos cafés y tus cejas en posición de ataque. Y nos besábamos tanto que nuestras bocas se hacían una sola, una boca con dos lenguas y más dientes que un tiburón. Nos besábamos hasta que me quitabas el pantalón y lanzabas mi playera. Luego cogíamos o hacíamos el amor, depende de cómo nos sintiéramos, a veces yo te cogía y vos me hacías el amor y a veces era al revés pero cuando los dos nos hacíamos el amor, oh Alicia eso siempre ha sido indescriptible.
Luego jadeábamos y sonriamos, y me miraba encender un cigarro para los dos. “Mé gustás mucho Nico, me gustás más que el sonido de las hojas crujir y me gustas mas que mi gato.” Yo sonreía con media boca y fumaba con la otra y le decía que ella me gustaba más que mi apartamento y que Pink Floyd. Ese momento siempre me ha gustado, cuando nos quedamos fumando y vos miras, le buscás forma a las manchas de moho en el techo, “Allí hay un unicornio, si te pones de este lado allí hay una calavera y si cierras un poco los ojos ahí estamos los dos tomando un café.”
Yo por unos cuantos meses solo veía nubes de humedad hasta que vos apareciste.

-De donde venís, a donde vas.. ya llevamos un tiempo juntos y no se ni eso.
-¿Realmente importa eso Nico?

No se, no se, ¿Realmente me importaba?. Me gustaba la incertidumbre de que pudiera ser solo una alucinación mía o una fantasía sexual cumplida por una conspiración cósmica hacía mi persona, de esas cosas que es mejor ni preguntarse por que aparecen y solo hay que dejar ser. Pero el hemisferio derecho de mi cerebro me pedía respuestas. Le hecho la cumpla a la carrera y al trabajo, pensar solo en números y no en nubes zoomorfas me había vuelto un cubo de Rubik o un Sudoku con una sola solución.

-No sé… me da curiosidad Alicia, vos sabés donde vivo.
-Pues, se que te mata la curiosidad Nico, eso me gusta de vos… sos curioso, siempre querés saber porque el cielo es azul y no amarillo o por que nos entierran en ataúdes y no desnudos con un árbol en el estomago.

En ese momento entendí que mi hemisferio derecho del cerebro tenía que dejarse de meter entre nosotros. Alicia me conocía con su hemisferio izquierdo, el que controla los sentimientos, el que degusta la música y los vicios, el que le encuentra aprecio al arte y le valen verga los números. Entendí que la quiero, con el hemisferio izquierdo del cerebro y con el estomago y que realmente no importa donde vive, ni que tipo de sangre es, ni de donde se graduó del bachillerato, ni su papá, ni su mamá.
Lo que importa es que le gustan las flores, que no pisa las líneas de la banqueta, que le gusta el café sin azúcar, detesta el pollo y lloro más cuando atropellaron a Rocky que cuando murió su abuela, que ama caminar descalza tanto como yo, que le gusta la música de dos o tres generaciones anteriores y vomita con la música pop. Que le gustan los libros de Cortázar, que se caga en Cohelo y le da su lugar al arte conceptual. Que le gusta mi habitación y es olvidadiza porque su mente divaga siempre en niñerías o cosas hermosas. Que le gusto yo más que su gato.

-No me digás nada. Dejémoslo como un misterio –Le dije mientras le besaba el cuello
Ella sonreía y el humo de Marlboro salía entre sus dientes.
-¿En serio no querés saber? Te puedo dar la dirección de mi casa, mi numero de cedula y contarte de aquel tipo con el que salía que me propuso matrimonio después de tres meses. -Mientras me enredaba entre sus piernas.
-Ja ja, calláte y besáme Alicia pero quédate a dormir hoy. No me importan los detalles.

Ella sonrío como nunca lo había hecho y me miro a los ojos con sus cejas relajadas como una ola en el caribe. No hizo falta que dijeras nada. 

lunes, 11 de marzo de 2013

Capitulo 2



Capitulo 2

Desperté en la puerta del edificio de la calle 34.
Así pare en este apartamento, salí de aquel bar en la 9na avenida, muy tarde o muy temprano, depende de que día estemos hablando. Estaba tan frio que no sentía las manos pero no morí porque el vagabundo con el que compartí la puerta me había cubierto con su cartón de repuesto.
Abrí los ojos y no sabía ni que horas eran, me habían robado el reloj, ese que me había regalado mi papa una navidad hace tantos años. Como era principio de año todas las mañanas estaba tan nublado que no sabia si era de estaba amaneciendo o oscureciendo. No importa realmente, todavía tenía mis anteojos.
Abrí los ojos y no sabía donde estaba, me dolía la cabeza como que me hubiera arrollado un camión de la basura, como que me hubiera arrollado y llevado directo a basurero. Un letrero a unos cuantos metros decía “Calle 34” apenas se distinguía, estaba tan rayado de tags como todas las paredes del lado este de la ciudad.

-Feliz día de Reyes.. ¿una moneda para que celebre yo?  -Dijo el vagabundo.
-Buen día. Gracias por el cartón.
-No es nada jefe, hubiera muerto del frio como el pobre Juan si no lo tapaba..

Metí la mano en mi pantalón y saque un billete de 5, el ultimo que tenía. Revise mi calcetín, todavía tenia una buena cantidad del cheque de liquidación que me había dado la maldita empresa, luego de 3 años no se tentaron el alma en hacharme a la calle ese mismo día.

-Ha sido un muy buen empleado, no es nada personal. La empresa esta atravesando algunos problemas financieros y tenemos que hacer un leve recorte y usted siendo contador sabe como son los negocios. –Dijo el jefe, maldito regordete de alta sociedad.

Había laborado 3 años en esa empresa, llegue por la pura necesidad, lo odiaba mucho, pero necesitaba el trabajo. Luego de 1 año todavía lo odiaba igual que el primer día, pero tiene razón ese gordo maldito, no era mal empleado. Ese leve recorte de personal del que estaba hablando nos dejo desempleados a 40, todos parte de la clase trabajadora; pequeñas termitas de las que hacen hacen la colmena, granito de arena por granito. De las que construían la empresa mientras las termitas gordas de alta sociedad bebían champagne francés y whiskey de etiqueta negra.
Me levanté del escritorio donde estábamos el jefe y yo sentados, tome mi cheque, estreché su mano y con esa sonrisa acida que me caracteriza (que por cierto, hace que Alicia moje sus bragas) le solté un muy sincero “Cómase una carretada de mierda J

Caminé todavía encandilado con la poca luz que había, vaya, que borrachera.
Otros colegas termitas y yo habíamos salido como la gran puta del trabajo, estábamos como la gran puta, pero también felices de no tener que seguir construyendo la empresa con las heces de los jefes gordos. Salimos y nos sentamos en el bar de la 9na avenida, aquel típico bar con las paredes del baño mas rayadas que una orgia de zabras. Bebimos cerveza de termita obrera, litro tras litro tras litro, todos sentados en la mesa más larga del bar. Después de la cuarta caja los litros se movían por inercia, habían dos tipos desmayados. Me levanté a mear, a derretir los hielitos de la letrina y en ese momento guarde algo de dinero en mi calcetín, al regresar a la mesa los vi a todos sentados y parecía la Santa Cena. Ahí estaba yo como Cristo con mis doce discípulos en el medio de la mesa. De todo lo demás no me recuerdo, ¿quién se fue? ¿quién se quedo? ¿cómo salí? ¿quién era esa tipa en la barra? No sé, ni me importa, lo que realmente importa es que todavía tengo mis anteojos.

Me senté en la banca del otro lado de la calle, todavía parecía Cristo pero crucificado de la goma en esa banca. Levanté la mirada y vi el edificio, lo reconocía porque mas de alguna vez había pasado por aquí hace años, por aquí estaba la escuela donde estudie para perito contador, maldita carrera, igual que el trabajo la odie los tres años pero en ese tiempo no tenía idea de lo que quería hacer de mi mugrosa vida.
Siempre me había gustado, a la vuelta de la cuadra estaba el motel donde nos encerrábamos a coger con mi novia de la carrera, y lo veía desde la ventana. Que tiempos aquellos.
El edificio se veía igual, un poco más sucio pero estaba como congelado en el tiempo.
Cruce la calle y lo veía, sus muros de ladrillo rojo, nunca se iba a caer a menos que algún laboratorio de metanfetamina de los que habían en los sótanos de la zona explotara.

-Es una mierda que lo vayan a vender ¿Dónde dormiré ahora?. –Me dijo el vagabundo ya con una bolsita de aguardiente en la mano.

En ese momento tuve una epifanía, o tal vez todavía estaba ebrio. Pero le dije:
-¿Con quien puedo hablar para alquilar un apartamento?, si lo alquilo todavía podría dormir en la puerta.
-Miré jefe, el dueño vive en el 2do piso, desde que murió su mujer casi no sale.

Mientras subía las escaleras me daba cuenta que talvez si estaba todavía borracho, el lugar era una porquería, pero no podía dejar de subir las gradas. Era mi instinto de termita atraído a la madera del piso.
Tenía en el calcetín suficiente para un mes de renta, no tendría para comer todos los días pero que diablos, no tenia idea de porque tan de repente quisiera vivir aquí, pero no me lo cuestione. Malgasté tres malditos años en esa empresa y no hice nada de lo que quería hacer, no me cuestione, cabeza, que yo se lo que hago. ¿O no?.
Entonces hable con el viejo, su apartamento apestaba a naftalina, era la naftalina o ese olor a viejo, como a ser humano viejo que se empieza a pudrir por dentro. Estaba viendo un programa de esos del cable nacional a todo volumen por su sordera y tuve que gritarle para que me entendiera. Aceptó fácilmente, no le caería mal el dinero y no quería mudarse a vivir con su único hijo para sentirse una carga. No lo culpo, eso debe ser lo peor de ser viejo, eso y usar pañal de adulto, o bueno, solo el hecho de ser viejo ya es lo peor. Pago por adelantado. La luz no siempre tiene el mismo voltaje, el agua solo funciona en las mañanas, de algunas mañanas, y puede que un día mientras duermas o te devoren las cucarachas o explote la caldera y muramos magníficamente rápido sepultados en el estomago de este gigante de ladrillo rojo y madera picada. Pero eso no importa, lo que realmente importa es que al menos pude elegir mi apartamento.
Apartamento “B” del sexto piso.